El cine nace gracias al avance de la ciencia. La aparición de nuevas técnicas cambió la noción misma del arte. Como señala Benjamin, su reproductibilidad hace que la perdida del aura conlleve a la perdida del valor cultual. El cine se vuelve masivo, accesible a una mayor cantidad de gente, adquiriendo así un valor exhibitivo que antes no tenía. Es decir, hay una nueva forma de recepción de la obra que produce un nuevo sujeto, según Baudry, un sujeto trascendental que vendría a encarnar la tendencia del idealismo alemán.
Este sujeto tendría según Baudry una visión plena, general, gracias a la multiplicidad de los puntos de vista, sobretodo a los movimientos de cámara. Se trata de cogitaciones de un yo idéntico que se relaciona con todos los objetos. Esta visión no hace más que responder a la concepción idealista de la homogeneidad del ser. Por lo tanto, la identidad de sujeto, fruto de la razón instrumental, no se cuestiona, sino que a través de la fantasmatizacion de la realidad que logra el cine refuerza su creencia en la omnipotencia del pensamiento. Por otro lado, la continuidad cinematográfica, tanto narrativa como formal, viene a garantizar esa unidad originaria de sentido propia del sujeto. No obstante, hay casos donde esta unidad puede verse cuestionada o suspendida. Como bien refiere el autor, hay lapsus, interrupciones en lo que él llama la diferencia negada, la proyección. Cuando ésta se interrumpe saca al sujeto de ese lugar privilegiado, manifiesta su inconciente y el sujeto se escinde. Lo que vendría a generar estas interrupciones es la conciencia del aparato de base y su carácter ideológico, el cual se tiende ocultar (para lo cual contribuye su base científica). El mecanismo ideológico que opera en el cine trata de generar cierta identificación con la imagen. No hay que olvidar que el cine es soporte e instrumento de la ideología dominante, gracias a la cual el espectador no es más que una mera estadística (Adorno). El espectador es una creación del propio sistema y sus necesidades se ven reguladas por el mercado mismo.
Sin embargo, el cine como aparato ideológico, en el sentido más althuseriano, forma parte del gran campo de lucha que es la cultura. La ideología dominante tenderá a ocultar el carácter ideológico del aparato de base para garantizar así la dominación del sujeto. El MRI es un claro ejemplo, todo un conjunto de reglas para evitar el desocultamiento del mecanismo, puesto que con éste la tranquilidad especular y la seguridad en la propia identidad se vienen abajo. El espectador que toma conciencia del aparato de base, de la construcción del film, de su artificialidad, pierde su lugar como sujeto trascendental, sujeto que la ideología dominante quiere reproducir.
Ahora bien, en la posmodernidad ya se ha dejado de creer en ese tipo de sujeto, gracias a la desconfianza que han dejado los fracasos de la razón instrumental y su voluntad totalitaria. Nuevas subjetividades se construyen a partir de las nuevas experiencias, por lo tanto el espectador no es el mismo. En esto también contribuyeron realizadores que tendieron a evidenciar el aparato de base, experimentando con la película misma como Jacques Rivette, con procedimientos formales que dejaran al descubierto la representación como Raúl Ruiz (“ahora se trata de mostrar como se practica la ilusión”), y no sólo en la ficción sino también en el documental como lo hizo acá Albertina Carri. En los Rubios la identidad del espectador se ve cuestionada puesto que la identidad de la realizadora se ve cuestionada en el film, sobretodo formalmente. El yo se multiplica en la aparición en cámara, en el cuerpo de otra actriz que la representa, en los loops, en los playmovils.
Por ultimo, este sujeto posmoderno, sujeto escindido a partir de los estudios de Freud, ya no tiene la misma relación con la experiencia que el sujeto trascendental. Hay una pérdida de la creencia de abarcar la totalidad, incluso de acceso a la realidad. Las cosas no son los que parecen, el lenguaje oculta más de lo que dice. El signo se vuelve opaco. Hay cierto descreimiento y cierta incapacidad de relación con el tiempo y el espacio como señala Jameson. La imposibilidad de salir del eterno presente, del aquí y ahora. Aun así, hay un intento de apropiación del pasado pero que la mayoría de las veces resulta banal y abyecta. El espectador ha sufrido una pérdida de la capacidad de experiencia, ya no lo conmueve nada, el travelling dejo de ser una cuestión moral, como diría Daney, incluso ya ni un fundido encadenado molesta. Tal vez porque no se crea lo suficiente en el espectador. Habría entonces que poner al espectador en el lugar donde se termina la pelicula, esa otra escena de la que habla Eduardo Russo. Debemos confiar en alguien capaz de generar sentido, interpretaciones sobre la superficie de un film que se opone a la distracción tranquilizadora de la Ideología dominante.
Este sujeto tendría según Baudry una visión plena, general, gracias a la multiplicidad de los puntos de vista, sobretodo a los movimientos de cámara. Se trata de cogitaciones de un yo idéntico que se relaciona con todos los objetos. Esta visión no hace más que responder a la concepción idealista de la homogeneidad del ser. Por lo tanto, la identidad de sujeto, fruto de la razón instrumental, no se cuestiona, sino que a través de la fantasmatizacion de la realidad que logra el cine refuerza su creencia en la omnipotencia del pensamiento. Por otro lado, la continuidad cinematográfica, tanto narrativa como formal, viene a garantizar esa unidad originaria de sentido propia del sujeto. No obstante, hay casos donde esta unidad puede verse cuestionada o suspendida. Como bien refiere el autor, hay lapsus, interrupciones en lo que él llama la diferencia negada, la proyección. Cuando ésta se interrumpe saca al sujeto de ese lugar privilegiado, manifiesta su inconciente y el sujeto se escinde. Lo que vendría a generar estas interrupciones es la conciencia del aparato de base y su carácter ideológico, el cual se tiende ocultar (para lo cual contribuye su base científica). El mecanismo ideológico que opera en el cine trata de generar cierta identificación con la imagen. No hay que olvidar que el cine es soporte e instrumento de la ideología dominante, gracias a la cual el espectador no es más que una mera estadística (Adorno). El espectador es una creación del propio sistema y sus necesidades se ven reguladas por el mercado mismo.
Sin embargo, el cine como aparato ideológico, en el sentido más althuseriano, forma parte del gran campo de lucha que es la cultura. La ideología dominante tenderá a ocultar el carácter ideológico del aparato de base para garantizar así la dominación del sujeto. El MRI es un claro ejemplo, todo un conjunto de reglas para evitar el desocultamiento del mecanismo, puesto que con éste la tranquilidad especular y la seguridad en la propia identidad se vienen abajo. El espectador que toma conciencia del aparato de base, de la construcción del film, de su artificialidad, pierde su lugar como sujeto trascendental, sujeto que la ideología dominante quiere reproducir.
Ahora bien, en la posmodernidad ya se ha dejado de creer en ese tipo de sujeto, gracias a la desconfianza que han dejado los fracasos de la razón instrumental y su voluntad totalitaria. Nuevas subjetividades se construyen a partir de las nuevas experiencias, por lo tanto el espectador no es el mismo. En esto también contribuyeron realizadores que tendieron a evidenciar el aparato de base, experimentando con la película misma como Jacques Rivette, con procedimientos formales que dejaran al descubierto la representación como Raúl Ruiz (“ahora se trata de mostrar como se practica la ilusión”), y no sólo en la ficción sino también en el documental como lo hizo acá Albertina Carri. En los Rubios la identidad del espectador se ve cuestionada puesto que la identidad de la realizadora se ve cuestionada en el film, sobretodo formalmente. El yo se multiplica en la aparición en cámara, en el cuerpo de otra actriz que la representa, en los loops, en los playmovils.
Por ultimo, este sujeto posmoderno, sujeto escindido a partir de los estudios de Freud, ya no tiene la misma relación con la experiencia que el sujeto trascendental. Hay una pérdida de la creencia de abarcar la totalidad, incluso de acceso a la realidad. Las cosas no son los que parecen, el lenguaje oculta más de lo que dice. El signo se vuelve opaco. Hay cierto descreimiento y cierta incapacidad de relación con el tiempo y el espacio como señala Jameson. La imposibilidad de salir del eterno presente, del aquí y ahora. Aun así, hay un intento de apropiación del pasado pero que la mayoría de las veces resulta banal y abyecta. El espectador ha sufrido una pérdida de la capacidad de experiencia, ya no lo conmueve nada, el travelling dejo de ser una cuestión moral, como diría Daney, incluso ya ni un fundido encadenado molesta. Tal vez porque no se crea lo suficiente en el espectador. Habría entonces que poner al espectador en el lugar donde se termina la pelicula, esa otra escena de la que habla Eduardo Russo. Debemos confiar en alguien capaz de generar sentido, interpretaciones sobre la superficie de un film que se opone a la distracción tranquilizadora de la Ideología dominante.
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