domingo, 14 de diciembre de 2008

Jacques Rivette: Histoire de Marie et Julien

Desde su origen el cine nos presenta un tipo de vida diferente, como espectadores siempre estamos ante la presencia de imágenes fantásticas. Sin embargo, esto no se trata de algo opuesto a la vida viviente sino un nuevo aspecto de ella: una vida sin presente, sin destino, sin motivos.[1] Este es el tipo de vida que nos invita a descubrir Rivette en Histoire de Marie et Julien.

Se podría decir que todo el film reproduce mediante la forma en que se establece la relación amorosa de los protagonistas esta relación misma entre el cine y la realidad. Por un lado, por la dimensión ontológica del personaje de Marie, fuera de la realidad como la conocemos, en una dimensión paralela que se cruza todo el tiempo con la de Julien y la cuestiona.[2] Se desafía así el concepto mismo del espacio y del tiempo. No es menor tampoco que Julien sea relojero. Él trabaja con el tiempo y desde el comienzo vemos cómo se empecina en arreglar un reloj cuyo ritmo no es isocrónico. El quiebre en el transcurrir del tiempo se instaló en su casa desde que Marie se mudó allí. Es ella quien rompe la estructura temporal del relato haciendo cohabitar pasado y presente.

Asimismo, Julien al igual que en su trabajo debe poner las piezas en su lugar para resolver el enigma que envuelve a Marie. No es otra cosa la que tiene que hacer el espectador, el punto de vista con el que comienza la película, del lado de Julien, lo instala en ese lugar. Se trata de un juego de miradas e interpretaciones. Hay que desencantar las imágenes para darles una explicación. La estructura misma del film, donde al principio un plano se sucede a otro sin explicación causal, donde sueño y realidad se confunden, sitúa a quien mira ante un mundo que transgrede los limites de la pura razón. Tal vez, algo ya experimentado de forma radical en Céline et Julie vont en bateau en este film se vuelve más sutil pero aún más perturbador. Las conversaciones, como un déjà-vu, se repiten siniestramente, como si hubiera sucedido “en sueños, tal vez”.
Lo siniestro, se instala entonces no sólo en estos fragmentos sino en la figura misma de Marie, a veces casi una autómata.[3] En ese sentido, la figura del doble se despliega a lo largo de todo el film. Por un lado, Marie vendría a ser el doble de la ex de Julien: usa su bata, se prueba su ropa. Al igual que en Vértigo, Julien trae “de entre los muertos” la figura de la mujer amada, objeto de deseo, para trasladarla al cuerpo de Marie. Eso explica cómo se representan los encuentros amorosos entre Marie y Julie, se trata de un acercamiento al cuerpo, en la fragmentación del mismo, entre luces y sombras, de una forma casi fantasmagórica. Parece que “el ser humano ha perdido su alma, pero con ello gana su cuerpo.”[4] Sus cuerpos sólo en estos momentos se tocan, pero luego hay un abismo insondable entre ellos. La irracionalidad de este amor es otra clara manifestación del amour fou. Amor que transgrede ese mundo ordenado que el film pone en suspensión.
A su vez, Marie es homologada a Adrienne, mujer que también carece de vida y que está emprendiendo la misma búsqueda por dejar este mundo. Ellas se desdoblan en el plano, se enfrentan, se cruzan. La señora X incluso siente conocer a Marie cuando la ve, por su mirada, por su forma de actuar, de moverse. Es ella quien tiene un mejor conocimiento de los hechos, y casualmente es a quien Julien está extorsionando. Los hechos se ligan casi azarosamente sin explicación alguna. Todo el film desarrolla está historia paralela del chantaje que irá llevando luz a la historia de amor. La intriga del chantaje termina cuando la señora X recupera la muñeca y la foto de Adrianne, sus desdoblamientos, la repetición de su figura.

Por último queda la repetición inexorable de la muerte. “Es necesario” dirá Marie, y vemos que lo que ha estado preparando y ocultando a Julien es la puesta en escena de su muerte. El cuarto que prepara Marie es igual al que visita Julien, se repiten y entonces lo familiar se vuelve extraño. La ambigüedad que se instala en la realidad de Julien nos acerca a los fantástico, al igual que el cine lo hace. Sin embargo, la ciclicidad que el ritual de los muertos impone no se lleva a cabo, Marie permanece en el mundo de los vivos. Por un momento se sustrae, porque Marie desaparece y Julien la olvida. Entonces, el mismo hecho se repite desde dos puntos de vista diferentes, desde lo real y lo fantástico. La vida gana a la muerte y entonces estas dos dimensiones espaciotemporales no pueden cohabitar. Sin embargo, Marie regresa y todo vuelve a ser como antes. Las reglas se rompen para que el amor fou pueda existir.



[1] Lukács, György, "Reflexiones sobre una estética del cine". En: Sociología de la Literatura. Barcelona: Península, 1989.
[2] Barrenechea, A.M., “Ensayo de una tipología de la literatura fantástica” en Textos hispanoamericanos, Argentina, Monte Avila, 1978.
[3] Freud, Sigmund, Obras completas, Vol. 13, Ensayo CIX “Lo siniestro”, Bs. As., Hyspamérica, 1988.
[4] Lukács, idem.

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